domingo, 28 de noviembre de 2010

VII. La formación integral.

Con lo anterior puede comprenderse mejor la finalidad educativa de la educación para el trabajo y el desarrollo humano en el sentido de “proveer al hombre corriente de los instrumentos necesarios para su realización personal, no solo en relación a su trabajo, sino también con relación a sus actividades sociales y políticas en la sociedad civil y en las actividades de sus horas de ocio” (Maritain, 2008, p.126).
Una vez proporcionados los medios para que las personas puedan prepararse para la inserción al mundo laboral: encontrar su primer empleo, buscar uno nuevo, iniciar un emprendimiento empresarial, actualizarse, recalificarse y formarse permanentemente permite que emerja el concepto de formación a lo largo de la vida, y definir un proyecto vital en la interacción con el otro, el descubrimiento de las capacidades personales y la concepción que la transformación de la cultura y la sociedad es fruto del trabajo, es la más clara muestra de la finalidad educativa de la ETDH y su tarea de constribuir al proceso de formación integral y permanente de las personas mediante la oferta de programas flexibles y coherentes con las necesidades y expectativas de la persona, la sociedad, las demandas del mercado laboral, del sector productivo y las características de la cultura y el entorno (MEN, 2009).

VI. Aporte al desarrollo empresarial y económico.

Desde la década de los 90 Colombia se ha caracterizado por la impronta del proceso de internacionalización de la economía, obligando a las empresas a enfrentarse a nuevas realidades que conllevan mayores conocimientos técnicos. La productividad y competitividad empresarial obliga a una mayor cualificación de los trabajadores en los distintos procesos y niveles de la organización, así como al trabajo conjunto y articulado entre el sector productivo y la academia (Chaves, 2010).
Las instituciones educativas son concientes de la obligación que tienen de acercar la distancia que las une con el mercado laboral, comprender sus necesidades, diseñar los servicios educativos que luego les permitan entregarle egresados preparados que se integren exitosamente a la estructura empresarial y como resultado indirecto, los servicios y productos competirán con éxito en los mercados internacionales (Reyes, 2007).
El sector productivo, la academia y el Estado al parecer han llegado al consenso de estructurar la oferta de ETDH en términos de respuesta pertinente a la diversidad y mutabilidad de las demandas de cualificación; si antes se requería la transmisión de determinados conocimientos teóricos y técnicos, así como ciertas habilidades manuales para que los individuos se incorporaran a un empleo que los estaba esperando, ahora es preciso entregar toda una gama de competencias que anteriormente no eran suficientemente enfatizadas: iniciativa, creatividad, innovación, capacidad de emprendimiento, pautas de relacionamiento, de proyección y de trabajo colaborativo, entre otras. Y estas competencias deberán ir acompañadas por las propias del oficio y las que les permita autogestionar sus propios procesos de desarrollo laboral: idiomas, informática, razonamiento lógico, capacidad de análisis e interpretación de códigos diversos, etc.

VI. La educación para el trabajo, formación permanente a lo largo de la vida.

El trabajo es una experiencia fundamental en el proceso de madurez humana pues a través del mismo la persona toma conciencia de la propia identidad personal, de la importancia de adaptarse a las necesidades cognoscitivas y operativas que exige la profesionalización del propio entorno socio – cultural, así como de desarrollar habilidades que faciliten la comprensión del proceso productivo en su compleja articulación con los cambios sociales (Polanco Borges, s.f.).
San Josemaría Escrivá, un santo de nuestros días, entendía que el trabajo es el marco que soporta toda la vida espiritual de los cristianos de hoy. En un tono muy ascético afirmaba que “...Nuestro Señor quiere santos y apóstoles en medio del trabajo profesional”, es decir, “santificar nuestro trabajo en la vida, la santificación en nosotros mismos y, a través de ella, ayudar a otros a santificarse" (Escrivá de Balaguer, 1988).
La educación para el trabajo, desde su concepción antropológica, fundamentalmente busca la calidad del hombre que produce, no tanto la calidad de la actividad laboral productiva, y que a través del trabajo construye su propio proyecto vital personal y relacional.
El vínculo que las instituciones de la ETDH han establecido con las empresas del sector productivo les ha permitido comprender que la formación que imparten no debe restringirse a una mera capacitación y entrenamiento para el puesto de trabajo, por el contrario, esta debe buscar la comprensión del significado del trabajo y del ambiente en que se desarrolla contribuyendo, además, a una toma de conciencia y una valorización del trabajo productivo mediante el desarrollo del gusto por la ocupación aprendida, así como el sentido de dignidad y orgullo personal y profesional. La relación mencionada encamina a estructurar una oferta educativa que responda pertinentemente a la diversidad y mutabilidad de las demandas de cualificación del mercado laboral.
El Estado colombiano ve con buenos ojos que desde la educación media los estudiantes inicien su preparación técnica en los oficios que las instituciones educativas de ETDH ofrecen, y fomenta que ese acervo inicial de conocimientos constituidos en la juventud no le basten para toda la vida, pues la rápida evolución del mundo exige una actualización permanente del saber. La formación para el trabajo está constantemente en mutación, es fácil observar una multiplicación de las posibilidades de aprendizaje que ofrece la sociedad fuera del ámbito escolar, y el reemplazo que viene teniendo la noción de especialización en el sentido tradicional por la de competencia evolutiva y adaptabilidad (CINTERFOR, s.f.), lo que demanda una permanente actualización del conocimiento y perfeccionamiento de la práctica.
Para no alejarse de los fines educativos de la ETDH, los directivos de las instituciones educativas tienen como responsabilidad orientar ese tipo de formación hacia la promoción, en la persona, del conocimiento de los valores del trabajo1, favoreciendo una relación madura con los semejantes y capacitándola en el dominio de oficios socialmente útiles para el progreso económico y social.


1 Se requiere gente que sepa trabajar en equipo, que pueda ponerse en el lugar del otro y comprender su demanda, que se haga responsable del compromiso que toma, que pueda resolver por sí misma situaciones problemáticas, que sea eficaz, puntual, ordenada, solidaria, veraz y, sobre todo, honesta.

V. Función social.

 No es gratuito el interés de las entidades gubernamentales nacionales e internacionales, entre estas las organizaciones no gubernamentales [ONG] que desarrollan proyectos en aras del deterioro social, donde enmarcan y destacan la pérdida de sensibilidad social y de valores que han inmerso a la sociedad en un sentido de indiferencia donde parece primar mucho el saber técnico, pero donde se observa que se pierde algo muy fundamental como son las competencias e intereses para la interacción social con verdadero sentido humano.
Puede observarse desde la normatividad, concretamente la Ley 1064 de 2006, cómo se establecen acciones para el apoyo y fortalecimiento de la ETDH pero no destaca ni propone estrategias de cómo el desarrollo humano podrá lograr concretarse a través de una formación integral cuando para tal fin debe hacer parte dinámicas que propicien bases antropológicas que contribuyan a la estructura de este tipo de competencias y que claramente no han tenido cabida dentro de la concepción curricular que puede proponerse en este grado de formación.
De igual forma, dentro de los fines del Plan Nacional Decenal de Educación 2006-2016 en educación para el trabajo y el desarrollo humano se afirma que los procesos educativos son la oportunidad para ofrecer una formación integral como condición necesaria, pero no se puntualiza al respecto dejándolo simplemente enunciado.

martes, 23 de noviembre de 2010

IV. La finalidad educativa de la ETDH.

En el caso de la educación para el trabajo y el desarrollo humano la finalidad de la educación se enmarca en la definición dada por el Estado en la Ley General de Educación: “La educación es un proceso de formación permanente, personal, cultural y social que se fundamenta en una concepción integral de la persona humana, de su dignidad, de sus derechos y de sus deberes” (Congreso de la República de Colombia, 1994), y se orienta hacia la formación para el trabajo que todo ciudadano debe tener para vincularse al sector productivo, como trabajador dependiente o independiente, aportar al desarrollo económico y social del país y mejorar sus condiciones de vida.
El Ministerio de Educación Nacional [MEN]1, ente orientador y veedor de la calidad educativa, delegó en las Secretarías de Educación2 la inspección, vigilancia, control y evaluación de la calidad en la prestación de los servicios educativos de las instituciones de educación para el trabajo y el desarrollo humano [ETDH]. Aunque en su aplicación práctica los entes reguladores de la ETDH esperan que los diseños curriculares y los perfiles de los egresados de los programas ofertados instrumentalicen la finalidad de la educación, la institución educativa debe poner todo su empeño por no olvidar que “el fin último de la educación tiene que ver con la persona humana en su progreso social y su vida personal, no en su relación con el ambiente social... no consiste en adaptar al ciudadano potencial a las condiciones e interacciones de la vida social, sino, primero, en hacer un hombre y, en virtud de este mismo acto, preparar al ciudadano” (Maritain, 2008, p.33 y 34).
Altarejos Masota y Naval Durán (2000) hacen referencia a un paradigma educativo de nuestro tiempo que consiste en enseñarle al educando aquello que más le sirva para afrontar la vida, tanto en su participación en la cultura, como en la relación social y, por supuesto, en la futura inserción laboral, como quiera que lo enseñado va a constituir el saber del educando, y ésta va a ser su mayor y mejor posesión vital.
Este argumento es válido y práctico, no obstante, se ha convertido en una tentación para el sistema educativo de favorecer la preparación para la inserción al mundo laboral propiciando cierto olvido de la referencia personal.


1 Su misión es garantizar el derecho a la educación con criterios de equidad, calidad y efectividad, que forme ciudadanos honestos, competentes, responsables y capaces de construir una sociedad feliz, equitativa, productiva competitiva, solidaria y orgullosa de sí misma.
2 Su misión es promover la oferta educativa en los municipíos certificados para garantizar el acceso y la permanencia de los niños, niñas y jóvenes en el sistema educativo, en sus distintas formas, niveles y modalidades; la calidad y pertinencia de la educación, con el propósito de formar individuos capaces de vivir productiva, creativa y responsablemente en comunidad. Para efectos de este documento se tomará como referente la Secretaría de Educación de Bogotá D.C., en adelante SED.