domingo, 28 de noviembre de 2010

VI. La educación para el trabajo, formación permanente a lo largo de la vida.

El trabajo es una experiencia fundamental en el proceso de madurez humana pues a través del mismo la persona toma conciencia de la propia identidad personal, de la importancia de adaptarse a las necesidades cognoscitivas y operativas que exige la profesionalización del propio entorno socio – cultural, así como de desarrollar habilidades que faciliten la comprensión del proceso productivo en su compleja articulación con los cambios sociales (Polanco Borges, s.f.).
San Josemaría Escrivá, un santo de nuestros días, entendía que el trabajo es el marco que soporta toda la vida espiritual de los cristianos de hoy. En un tono muy ascético afirmaba que “...Nuestro Señor quiere santos y apóstoles en medio del trabajo profesional”, es decir, “santificar nuestro trabajo en la vida, la santificación en nosotros mismos y, a través de ella, ayudar a otros a santificarse" (Escrivá de Balaguer, 1988).
La educación para el trabajo, desde su concepción antropológica, fundamentalmente busca la calidad del hombre que produce, no tanto la calidad de la actividad laboral productiva, y que a través del trabajo construye su propio proyecto vital personal y relacional.
El vínculo que las instituciones de la ETDH han establecido con las empresas del sector productivo les ha permitido comprender que la formación que imparten no debe restringirse a una mera capacitación y entrenamiento para el puesto de trabajo, por el contrario, esta debe buscar la comprensión del significado del trabajo y del ambiente en que se desarrolla contribuyendo, además, a una toma de conciencia y una valorización del trabajo productivo mediante el desarrollo del gusto por la ocupación aprendida, así como el sentido de dignidad y orgullo personal y profesional. La relación mencionada encamina a estructurar una oferta educativa que responda pertinentemente a la diversidad y mutabilidad de las demandas de cualificación del mercado laboral.
El Estado colombiano ve con buenos ojos que desde la educación media los estudiantes inicien su preparación técnica en los oficios que las instituciones educativas de ETDH ofrecen, y fomenta que ese acervo inicial de conocimientos constituidos en la juventud no le basten para toda la vida, pues la rápida evolución del mundo exige una actualización permanente del saber. La formación para el trabajo está constantemente en mutación, es fácil observar una multiplicación de las posibilidades de aprendizaje que ofrece la sociedad fuera del ámbito escolar, y el reemplazo que viene teniendo la noción de especialización en el sentido tradicional por la de competencia evolutiva y adaptabilidad (CINTERFOR, s.f.), lo que demanda una permanente actualización del conocimiento y perfeccionamiento de la práctica.
Para no alejarse de los fines educativos de la ETDH, los directivos de las instituciones educativas tienen como responsabilidad orientar ese tipo de formación hacia la promoción, en la persona, del conocimiento de los valores del trabajo1, favoreciendo una relación madura con los semejantes y capacitándola en el dominio de oficios socialmente útiles para el progreso económico y social.


1 Se requiere gente que sepa trabajar en equipo, que pueda ponerse en el lugar del otro y comprender su demanda, que se haga responsable del compromiso que toma, que pueda resolver por sí misma situaciones problemáticas, que sea eficaz, puntual, ordenada, solidaria, veraz y, sobre todo, honesta.

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